En el mismo recinto de la Alhambra contamos con otro de los grandes monumentos que han dado fama, vida e historia a la ciudad de Granada. Se trata del Generalife, construido como finca de recreo o residencia de verano de los reyes granadinos a principios del siglo XIV. Un edificio no demasiado llamativo que digamos, ya que la importancia máxima del lugar se la llevan principalmente sus jardines.
Pasear por ellos e imaginar la paz y la tranquilidad que se debía respirar siglos atrás por estos lares es algo único. No se puede decir, de todas maneras, que el Generalife que vemos en la actualidad tiene que ver con el que se construyó en su origen, ya que a lo largo del tiempo ha ido sufriendo distintas modificaciones y restauraciones. Eso sí, el aire íntimo y recogido que desprende se ha mantenido desde sus comienzos.
Porque los reyes granadinos lo que querían precisamente era huir totalmente del lujo y la pomposidad de la Alhambra. Los Jardines del Generalife, con la belleza extrema del Patio de los Cipreses y la Escalera de las Cascadas, simbolizaban el mejor refugio para escapar del estrés de la vidas palaciega. Y eso que se encontraban en los aledaños de la Alhambra, pero nada podía perturbar los muros sencillos del Generalife.
Sus tejados de teja y arcilla, los pequeños árboles y arbustos y el rumor del agua son testigos del paso del tiempo, y de la historia más sublime de Granada. Hoy en día se visita junto a la Alhambra, situada hacia el sur, aunque desde siempre han sido dos monumentos independientes. Arquitectura, huerta y jardín son los principales elementos de este palacete de verano.
La visita al interior nos llevará al Patio de la Acequia, en cuyo fondo se halla la Sala Regia, de la que emerge una torre con preciosas vistas a Granada, el Albaicín y el Sacromonte. Desde la Sala Regia se accede al idílico Patio del Ciprés de la Sultana, con su hermosa fuente.
Al otro lado ya veremos los Jardines Altos del Generalife y la Escalera del Agua, tal vez uno de los rincones más antiguos de todo el recinto, ya que pertenecen a la época musulmana. Desde aquí, cuenta la leyenda, el sultán se sentaba todas las tardes de verano a saborear el lento atardecer sobre Granada.
Son tantos los rincones y recovecos a visitar en el Generalife, tantos detalles con los que quedarnos. La belleza y recogimiento del lugar invitan a tomarnos este palacio como lo que es, un lugar íntimo y de descanso, nada que ver con la pomposidad arquitectónica de su vecina la Alhambra.Si tenéis vuestros hoteles en Granada, es imposible que os perdáis este rincón, visita imprescindible en la ciudad.