Quizás de Granada nos suenen de oídas barrios tan emblemáticos como el Albaicín y el Sacromonte. Pero hay otros rincones, por su historia y fisonomía, que merecen mucho la pena. Queremos detenernos hoy en el Barrio del Realejo, la vieja judería de la ciudad, cuyo nombre proviene de la época de la Reconquista, cuando los cristianos expulsaron a los judíos de la zona.
Este barrio se encuentra a los pies de la Alhambra. Si venimos, por ejemplo, desde la Plaza Nueva, tenemos que tomar la calle Pavaneras hasta llegar a la Plaza del Realejo y de ahí al Campo del Príncipe, cuyo origen se sitúa en las fiestas nupciales de uno de los hijos de los Reyes Católicos, Juan, de ahí su nombre.
Además de por el encanto de sus estrechas callejuelas y el encalado de las fachadas del barrio, el Realejo, y el Campo del Príncipe espacialmente, es una zona animadísima las noches de verano. Turistas y lugareños vienen hasta aquí para disfrutar de sus terrazas, bares y tabernas. Seguro que os coge muy cerca de cualquiera de vuestros hoteles en Granada.
Junto al Campo del Príncipe se sitúa la Iglesia de San Cecilio, patrón de Granada. De todas maneras el encanto de este barrio no son sus monumentos, sino el propio paseo y el recuerdo nostálgico de sus puertas y murallas. Yo os recomendaría la visita, por experiencia propia, comenzando desde la parte alta del Realejo, para ir bajando poco a poco por sus calles. Si lo hacéis al revés, el paseo os resultará un poco pesado.
Y pasear es lo que más se disfrutar en la antigua judería de Granada. Calles adoquinadas, enredaderas sobre los muros de las casas, viejos sonidos de agua y el magnífico Carmen de los Mártires, antigua prisión de cristianos y convento en el que estuvo como prior San Juan de la Cruz. Podéis visitar el interior, con sus espléndidos jardines, sus fuentes y estanques y un mirador estupendo del barrio.
En vuestro paseo por el Realejo veréis el Auditorio Manuel de Falla, junto a la casa donde vivió el músico gaditano, la Fundación Rodríguez Acosta, con bellísimos jardines y una excepcional biblioteca, el Instituto Gómez Moreno y las Torres Bermejas. A partir de aquí las callejuelas se tornan empinadas (mejor como véis si venimos desde arriba), teniendo unas vistas preciosas desde la parte alta de cármenes, casas encaladas y jardines.
Pasear por el Barrio del Realejo es toda una delicia íntima y nostálgica. A la caída de la tarde, con el sol colándose por los resquicios de las callejuelas es un deleite que no debéis perderos.